CAPITULO 3.

- Hola, soy Mariana Espósito... ¿Vos sos el bailarín de prueba?- había un rubio agachado junto a un bolso.

- Bailarín y cantante.- se giró y le dio una sonrisa.- Soy Gastón, vos sos la bailarina ¿No?

- La misma, un gusto.- le sonríe. Tenía unos ojos verdes de gran destaque. - ¿Y la entrenadora física?- mira a su alrededor buscando indicio de alguna persona aparte de ustedes dos.

- Fue a buscar no se qué cosa al segundo piso del gimnasio, dijo que teníamos que empezar a estirar...

- Okay. Yo me cambio en un toque y arrancamos ¿Un baño?

- Ahí.- señaló una puerta y por ella se mete; calza hasta la rodilla, zapatillas deportivas un poco gastadas, una remera un poco vieja.

Volvió al gimnasio y se dedica a estirar los músculos; la elongación, sabía, era muy importante a la hora de hacer cualquier trabajo físico.

- Hola, soy Jimena... entrenadora física de las estrellas...- la rubia tenía un cuerpo escultural. - Mariana supongo ¿No?- dejó una caja en el piso.

- Si, me dicen Lali.- mira a los dos.

- Okay, Lali. ¿Estuviste haciendo el entrenamiento que te mandé?

- Si, a la perfección, cinco días a la semana sin falta.- sonríe contenta con su logro; le había costado mucho adaptarte a la rutina de hacer ejercicio, cuando en su vida había hecho algo.

- Si, se nota, tenés buen lomo, eh... Pero bueno, vamos que hay que arrancar.- palmeó su mano.- 45 minutos de calentamiento en la bici para vos, Lali, y 60 para vos en la corredora, Gastón. Saben que el hombre tiene mayor resistencia física ¿No? - los dos asintieron y se pusieron manos a la obra.

A los 45 minutos de bicicleta le siguieron 250 de mancuerna con cada brazo, 400 abdominales, 300 por cada pierna de un ejercicio aeróbico en el piso, y 300 en series de a 100 de un trabajo de cintura. Eran pocas horas de ejercicio, pero totalmente efectivas.

Salió de allí contenta, luego de una ducha. Jimena y Gastón eran personas sumamente agradables.

Y estaba en la calle, esperando a que atendieran en el radio taxi para solicitar uno, cuando el auto azul frenó frente a ella.

- ¿Estás esperando a alguien?- era el rubio Gastón.

- No, estoy llamando a un taxi.

- ¿Querés que te alcance a algún lado?

- No, gracias, voy en taxi, enserio.

- Pero dale, te llevo... son unos minutos y te ahorro el viaje. ¿Vivís lejos?

- Palermo.

- Dale, te llevo, yo vivo en Colegiales. Es un toque.- abrió la puerta desde adentro.

- Bueno... gracias...- sube con un poco de timidez y arrancó el viaje.

Gastón parecía ser un chico muy inteligente y muy humilde; explicó que el auto se lo había comprado ahorrando desde los diecisiete con cada trabajo que había tenido. Contó que le gustaba más el canto que el baile, y ella discernió; el baile era lo mejor que podía a haber en su vida.

La dejó en su casa; ya eran casi las nueve de la noche.

- Bueno, nos vemos mañana, Lali.

- Dale. Gracias por traerme, Gastón.- sonríe dejando un beso en la mejilla.

- Podes decirme Gas eh, tengo 25 años pero no me quiero sentir tan viejo.

- ¿Tenés 25 años?- lo mira de cejas levantadísimas, con un pie ya afuera del auto.

- Si, yendo para los 26 ya...- se rió.

- No se te nota, enserio. Pareces más jóven.

- Bueno, gracias.

- Nos vemos.- le da otra sonrisa.

- Nos vemos.

Baja del auto y saca las llaves que su tía te había dado apenas habías puesto un pie en la casa. El ascensor subió enseguida al piso tres, y entra directo, ya que no había llave.

- Ah, per...dón.- su tía estaba sentada en el sillón con un hombre al lado.

- No Lali, está todo bien.- sonrió. Ambos tenían papeles en las manos.- Éste es Nicolás Vázquez, mi socio en la disquera.

- Hola, soy Mariana, la sobrina... - deja un beso en su mejilla.

- Te conozco... estás bastante diferente, te vi algunas veces cuando eras más chica.- le dio una sonrisa.

- Si, puede ser... No te digo que me acuerdo porque cuando me fui del país me olvidé de la mitad de las cosas.

- ¿Cómo te fue en el día, Lali?

- Re bien. Comí con Eugenia y Rocío, no sé si estuviste acá a esa hora, pero me quedé con ellas después del colegio y hasta la hora que me fui al entrenamiento, poniéndome al día.

- ¿Y en el entrenamiento como te fue?

- Espectacular... me cayó muy bien mi compañero, y la entrenadora también.

- ¿Puedo preguntar que entrenas?

- Estoy preparándome físicamente para ser bailarina y cantante de prueba...

- ¿Y eso que vendría a ser?

- Yo te cuento, Nico. Seguramente estás muy cansada ¿No?

- Si, que mal yo, disculpá Lali.

- No, todo bien. Tengo que ponerme al día con la semana que perdí de clase, sino me quedaría charlando encantada.

- Andá, Lali. Voy a pedir unas pizzas para cenar ¿te parece?

- Si, todo bien. Voy a mi cuarto.

Dejar la mochila pesada en la cama. Cambiarse para estar más cómoda, ya estaba de pijama. Sacar los cuadernos que se habían usado la primera semana; los fotocopia todos con la impresora multifunción, para poder devolvérselo a Eugenia más rápido, y porque eran pocas páginas. Después de ubicar cada fotocopia en la carpeta correspondiente, deja todo acomodado en los estantes más la mochila pronta para el día siguiente.

Cuando llegó la pizza, coloca tres porciones en un plato y va al cuarto otra vez; primero para dejar que Nicolás y Emilia trabajaran tranquilos, segundo porque les estaba escribiendo un mail a sus padres contándoles sobre el primer día de vuelta en Buenos Aires.

. . . Te acordas de esa frase que me dijiste una vez mamá? “Las personas que se desenvuelven bien con el mundo son aquéllas que se levantan y buscan las situaciones que desean. Y si no las encuentran las crean” Bueno, me siento así, que estoy aprovechando todas las situaciones que se me presentan. No sé, pero siento que las cosas pueden ser muy diferentes ésta vez. No solo porque ahora todo cambió a como era hace tres años, si no que me siento en una posición diferente, disfrutando cada segundo de mi vida. Uno nunca sabe cuando se pueden terminar las cosas buenas, y por eso vale la pena disfrutar...